Almorzamos luego de llegar a casa. ¿Me pregunto qué sería lo
que me produjo mal estar en el estómago? A pesar del sabroso almuerzo de mi
madre, no tengo apetito, lo que es raro porque tiendo a comer mucho cada vez
que vengo a verlos. Pero ahora, no puedo dejar de sentir un leve retumbar en mi
estómago.
Recuerdo que me levanté temprano para llevar a mi viejo
padre al doctor, no tomé desayuno ¿Será eso? No, no lo es, no tengo hambre.
Cuando íbamos en el auto mi padre hablaba de las cosas que faltaba hacer en sus
tierras, alegando de la falta de ayuda… ¿Será disgusto? Creo que tampoco, de
hecho me siento feliz ¿O melancólico?... Llegamos al hospital y no estaba la
enfermera que suele atendernos todos los meses. En su lugar había una joven
como de mi edad, tal vez algunos años menor, de cabello castaño amarrado en un
tomate y flequillo… desde ahí que me molesta el estómago ahora que lo pienso,
seguramente era por el extraño olor del recinto.
-¿Por qué tienes la cara larga? _Pregunta mi padre
-No es nada, debo estar fatigado _Respondo a sabiendas de la
burla que eso le seguirá
-¡Que delicado está el niño! _Molesta el viejo
Continúo comiendo en silencio.
Recuerdo la sonrisa de la enfermera, pareja y aún más blanca
que el delantal que llevaba puesto, ella nos explicaba que era un reemplazo de
la señora que normalmente atendía en el lugar mientras estuviera de vacaciones,
luego se iría. “Es una lástima” se me adelantó en decir mi padre ¿Por qué yo
diría eso? Ni siquiera la conocía. “A
veces da gusto ver una cara amigable y guapa por aquí, ¿Verdad, hijo?” Agregó
mi progenitor golpeando mis costillas con su codo… No, tampoco me siento mal
por eso, no me golpeó tan fuerte como para quitarme el apetito.
-¿Te sirves un tecito, hijo? _Pregunta mi madre al verme
dejar vacío al fin mi plato
-Si no es mucha molestia _Me doy el ánimo de bromear
Mi viejita se va para hacer el té con sus arrastrados
pacitos cortos.
Recuerdo que después del comentario de mi viejo sentí un
calor en las mejillas al ver los claros ojos café de la enfermera posándose
sobre mí, como esperando una respuesta. Yo tartamudeé algo de que “es bueno ver
caras nuevas en este pueblo”… la verdad no estoy seguro de que lo dijera o no.
Finalmente, ella nos entregó el número de atención, llamó a mi papá a que fuese
a hacer las pruebas de rutina y luego, varios minutos después, veníamos de
regreso en el automóvil, sumergidos en un largo silencio. “Tu problema es que
no sabes hablar con una mujer, por eso no tienes novia. Tartamudeas cómo si de
verdad tuvieses un problema, por eso todas tienen una impresión equivocada tuya…”
Me regañó el viejo, en ese momento ya me dolía el estómago, así es que hice
caso omiso de sus ya repetidas palabras.
…Aunque tal vez tenga razón. Creo que mi mal estar es porque
no quiero que esa enfermera me tome por un tonto. ¿Me importa lo que esa mujer
que acabo de conocer piense sobre mí?
El aroma de las hierbas de mi madre envuelve la habitación y
me hace volver a la realidad, ella es capaz de sanar cualquier mal con un simple
té, pero creo que solo tengo un remedio para esto que me aqueja.
-¿Qué le pasa, mijo? _Pregunta mi madre al servirme una
aromática taza
-Me siento mal _Respondo sin pensarlo más –Tras el té
volveré al hospital.
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