La hora de la cena era la única en que toda la familia se
reunía. Todos se levantaban a diferentes horas debido a sus diferentes
ocupaciones por lo que el desayuno lo hacía cada uno y ni hablar del almuerzo,
donde algunos comían antes, otros después y otros en otro lado. Pero era en la
cena donde el padre de María argumentaba que debía hacerse la unión familiar
por medio de la comunicación. Contradictoriamente era el primero en encender la
televisión, el hermano de María siempre llegaba con el teléfono a la mesa y si
llegaba a sonar, no se quedaba tranquilo hasta que revisaba y respondía el
mensaje de Facebook o WhatsApp que le había llegado, la madre siempre estaba
distraída en los problemas de la casa y nunca respondía a lo que se le hablara…
pero ustedes me entienden, estoy describiendo la comunicación familiar moderna,
esa donde uno pregunta “¿Qué hay de comer?” Y responden “Mañana va a hacer
frío”.
En esta cena, María, aburrida de preguntar cosas tontas con
el único propósito de hacer tema de conversación y no obtener respuesta o
simplemente conseguir alguna burlona mirada de su hermano queriendo decir “Si
que eres tonta” o “¿Cómo no vas a saber?”, se decidió por callar, comió su
plato en silencio y a todo lo que en algún momento le preguntaban respondía con
monosílabos o algún gesto. Encerrada en sus propios pensamientos apartando el
contenido de su plato para poder sacar la sopa con la cuchara, se preguntaba
cómo lo hacían las familias antiguas para no explotar, en esa época no había
leyes que los protegiera de un padre abusivo y solo callaban ante las
incoherencia de este para evitar hacerlo enfadar… “Esto ha pasado por
generaciones desde las antiguas civilizaciones… convertirse en mudo teniendo
mucho que decir ¡Vaya tortura!” pensaba mientas veía como una papa se devolvía
al lugar donde solo había sopa.
“No hay mejor momento que en el que se puede tener una conversación inteligente con otra persona, donde se puede debatir a favor o en contra de algo utilizando todos tus conocimientos, con alguien ante quien puedes aceptar tu error porque sabes que esa persona también lo hará cuando cometa los suyos y ninguno se burlará del otro ante la equivocación, donde ese error sea fuente de conocimiento y no de vergüenza, porque solo del error se aprenden cosas nuevas… no hay mejor momento que en el que te das cuenta de que no hay mejor maravilla creada por el hombre que las buenas conversaciones.”
Sin darse cuenta María se sintió libre ante este pensamiento y en su rostro irradió una sonrisa.
-¿Qué te pasa? _ Preguntó la madre al percatarse pensando que era sonrisa de enamorada
-Voy a salir después de la cena _Respondió María, eso era un aviso, no un permiso
-¿A dónde irás tan tarde? _ Volvió a preguntar la madre
-A buscar una buena conversación
El comentario de María hizo que todos fruncieran el ceño
pero su sonrisa nunca más escaparía de su rostro. Había descubierto una de las
felicidades más simples y eso ni todos los malos genios del mundo se lo podrían
quitar.