Dicen que no existe nada más doloroso que ver a una madre
llorar: sientes impotencia por no poder hacer nada por ayudarla y lloras con
ella. Sabes que jamás te pedirá nada para aliviar su dolor y tienes dos
opciones: o lo buscas por las tuyas o la ignoras y esperas a dejar de ver su
llanto. Sea cual sea el camino que eliges, siempre te queda ese sabor amargo
por haber visto sus lágrimas.
Ahora quiero que guardes silencio un momento ¿No oyes nada?
Ha de ser porque ya te acostumbraste, porque para cuando tu naciste este llanto
ya se oía en el aire, para ti es parte del mundo. De ser así, siéntate un
momento sobre el piso, cierra tus ojos y extiende tu mano hacia él. Toca el duro
suelo frío y siente… No. De seguro tampoco puedes sentir cómo convulsiona al no
poder contener sus lágrimas.
Te explicaré de lo que hablo (por si aún no lo has
comprendido).
Existe una madre aún más antigua que la madre de Cristo, más
antigua que la Eva bíblica y mucho más aún que la Eva de la ciencia. Es una
madre solitaria que solo fue concebida por el destino.
Antes de dar a luz por primera vez, se entregó a una danza alrededor
de un Ser todavía más ancestral que ella. Para poder engendrar, debió bailar
durante tanto tiempo que ni sumando la idea de todos los que escuchen esta
historia, podrían acercarse a la realidad. Tras mucho girar en torno a este Ser,
por fin su ritual dio frutos y, pese a estar condenada a no descansar para
conservar la vida, concibió a su primer hijo… y tras él a otro y a otro. Así,
sin dejar nunca de parir, ellos fueron a su vez generando descendencia logrando
que su linaje se extendiera incontablemente, con nuevas variaciones, pero todas
y cada una, obligada a danzar junto a la primera madre.
El tiempo pasó y uno de los hijos procreó descendencia. Se
concientizaron de todo lo que ocurría. Quisieron ser independientes y se alejaron
del resto de la familia. Acabaron olvidando sus orígenes, al punto de creerse
superiores a todo lo que la primera madre había creado.
¿Aún no sabes de qué va esto?
Este linaje pródigo olvidó, decía antes, sus orígenes y, de
igual manera, comenzó a sentirse superior por sobre todos aquellos que no pertenecían
al mismo. Esclavizó a sus hermanos, hijos de la primera madre, e incluso, a
algunos que eran de su propio linaje pero que poseían rasgos de sus
antepasados. Repudió todo lo que marcara sus inicios. Creó leyes para reprimir
sus instintos.
Sin embargo, aún se veían obligados a danzar.
Mas detente a pensar: si eso les hicieron a sus hermanos
¿Cómo tratarían a su madre? Sí, hablo de esa madre que después de tanto dar a
luz, continuaba manteniendo su belleza aún más viva que al ser una virgen
árida. Esa madre orgullosa de crear hijos fuertes que aportaban a su belleza y
valor. Esa madre, envejeció tras todos los problemas que sus hijos rebeldes le
proporcionaron. Nadie escuchó en qué momento comenzó a llorar.
Se pregunta qué sucedió ¿En qué momento pasó de ser una
diosa adorada a ser destrozada y apaleada por sus propios reverentes? ¿Cuál fue
su error?
Hay un viejo dicho que dice “cría cuervos y te sacarán los
ojos”. Estos hijos sacaron hasta el último pelo de su abundante y hermosa
cabellera. Eliminaron cual Caín, a sus propios hermanos, y no se detuvieron
hasta notar que ya tenían agónica a la pobre madre.
“Debemos cuidarla y respetarla” decían unos pocos cuando
notaron que ya era demasiado tarde, pero eran acallados, tratados de locos e
ilusos. Otros, al ver que la danza que los mantenía vivo podía terminar,
crearon medios para danzar a su propio ritmo y desligarse del Ser adorado por
la madre, pero aún era muy pronto para hacerlo.
Mientras los menos buscaban soluciones, la mayoría
continuaban con la tortura: derramaban sobre ella la negra sangre de quienes
murieron mucho antes de ellos nacer, arrancaban o quemaban sus pulmones,
deshicieron con sus vapores tóxicos el delgado vestido ritual que la protegía
de ser dañada por el Ser al que ella le bailaba, con sus juguetes de muerte
lograron dejarla estéril poco a poco. Un día ya no pudo concebir nada más.
Su demacrado cuerpo liberó un perfume que hizo dormir a
todos sus hijos con sus respectivas estirpes, incluyendo a los rebeldes. Pero
estos últimos se negaron a dormir. Habiendo rechazado este último acto de
compasión, se vieron obligados a observar todo lo venidero, ya que nada más
podían hacer.
Ya cansada, la madre lentamente dejó de bailar. Su cuerpo
comenzó a enfriarse. Un silencio se escuchó en todos lados, recién en ese
momento habían notado el lamento que los arrullaba desde hacía ya varias
generaciones. El llanto había cesado. Ya no había más dolor. Así, cerró sus
ojos y poco a poco todo en su interior se volvió sombras.
Finalmente, su vida terminó.
Imagen extraída de http://www.pachayachachiq.org/metafisica/el-regreso-del-culto-a-la-madre-tierra/ Les recomiendo leer también el artículo si gustan. |
Espero que hora sepas quién es tu verdadera madre y a quién
le debes respeto, a quién no debes seguir haciendo llorar pues algún día se
cansará de ti y todo lo que te conté se repetirá…
¿Todavía sigues creyéndote dueño de ti mismo?